Cuando pasó la tormenta torrencial proveniente del interior que sacudió Santa Pola, muchos barcos aún permanecían anclados en puerto, pero el clima, ya calmado, es cálido y con una ligera brisa que refresca el ambiente. El cielo se encuentra cubierto por cúmulos de nubes, y dan ganas de dar un agradable paseo para ver los estragos que ha dejado la tormenta en el pueblo.
Al cabo de unos días, la temperatura era relativamente fresca, de clima mediterráneo tras una tormenta de verano. Una tarde de agosto, era el momento para recorrer ciertos tramos de la sierra de Santa Pola. La ruta planificada es corta, pero hay por descubrir lugares inesperados que sobresalen entre el monte bajo y el bosque perenne.
Tras planificar la ruta, y hacerme una idea del recorrido, de los caminos y senderos, de la dificultad y el ritmo particular para cada tramo. Daré comienzo a la ruta por la senda del Tiro Pichón, que se bifurca en dos senderos, uno hacia la cantera, y de ahí continuaré el camino por el interior del barranco de El Hermanet, hasta llegar al paraje de la Hoja Roja.
Sierra de Santa Pola
Camino del Tiro Pichón
En el transcurso del trayecto a pie por las calles, llegué al tramo final de la ronda norte, barrera artificial de asfalto. En este punto de la vertiente sur de la Sierra de Santa Pola, lo primero que vi es una llanura árida teñida de ocre por el esparto. Es la planta silvestre que predomina en esta zona.
A lo lejos, la meseta se expande en la línea del horizonte, de la que emergen frondosas copas verdes del pino carrasco, que es el árbol más frecuente.
A lo largo del camino del Tiro Pichón, una senda amplia, rocosa y casi recta, me encamina hacia una caseta abandonada, como si fuera un hito que marca el camino a seguir.
El lugar estaba desierto, separado del gentío que transita por las calles, paseos y avenidas del pueblo. Los sonidos eran pocos, un ligero viento y las cigarras que callaban al sentir como mis pasos removían la arenisca del camino.
Tras dejar atrás la caseta destartalada, la vista se enfoca a lo lejos en un poste informativo que irrumpe en vertical a un lado del sendero. Justo detrás, los primeros pinos se alzan, retuercen y entremezclan formando un muro frondoso que delimita las sendas de arenisca brillante que contrastan con el verde oscuro de los árboles de hoja perenne.
En este tramo, el camino del Tiro Pichón se bifurca en dos senderos bien definidos. El poste proporciona información básica sobre ambas sendas. Quieto como el poste, miro en silencio y con calma todo lo que hay a mi alrededor, para después dar el siguiente paso por el camino que se bifurca hacia la derecha.
Este sendero, es más estrecho y sinuoso. A un lado, un muro verde, marca el camino y desprende un aroma refrescante. Al otro lado, el terreno es llano y ocre, con algún palmito disperso, colocado al azar para cortar el horizonte y el mar.
Al poco de tomar dicha bifurcación, podría aventurarme a adivinar que estoy relativamente cerca del cráter de la cantera a cielo abierto, que se encuentra en la zona este del litoral santapolero. El perfil de la meseta se corta en algunos tramos, como si se estuvieran pasando los dedos sobre la arena fina de la playa.
Cantera
Después de caminar unos cien metros en línea recta por la senda que conduce hasta el paraje de la Hoja Roja, el camino gira 180 grados hacia la izquierda. Al frente, se puede observar como la cantera se extienden y se traga el terreno.
La cantera, aún con actividad mercantil de explotación, tiene una valla por algunos de los bordes que delimita el perímetro, parece un castillo-fortaleza excavado en el suelo. Altos muros de tierra y rocas que sólo se ven hacia abajo, como si fueran acantilados moldeados por los elementos durante siglos.
Continuando la senda, que discurre por el perímetro delimitado de la cantera, se puede contemplar el interior de la explotación. Altos muros de roca con cavidades en algunos puntos que, hacen pensar en desprendimientos de rocas, y si serán las que se utilizan para forman los rompeolas que hay por la línea de costa del pueblo.
Tras contemplar la hondonada artificial, y movido por la inercia y la curiosidad, tenía la certidumbre de que me encontraba cerca del barranco de L’Hermanet. Lo que no sabía es si podría bajar hasta su lecho y recorrer el interior del barranco que me conduciría hasta el destino planificado.
Barranco de El Hermanet (L’Hermanet)
A medida que discurre el sendero, la meseta desparece, y en su lugar, moldeado por el tiempo, dos acantilados confluyen en el lecho, dando forma a un canal que discurre hasta la línea de costa.
Visto desde lo alto, el barranco de El Hermanet se incrusta en la roca, los meandros ocultan el siguiente tramo del cauce seco, y los árboles, se distribuyen a su antojo por las laderas de roca y vegetación.
Caminando por el sendero, que discurre por la orilla de un lado del barranco, miro con atención para encontrar el mejor lugar para bajar hasta el fondo de esta formación geológica. Las laderas cubiertas por esparto que brillan con el sol, dejan entrever estrechas sendas en zig-zag, por las que se mueven los conejos.
Estas pequeñas sendas me servirán como guía para descender hasta el lecho del barranco. Con cuidado, voy bajando en diagonal, ya que la ladera es bastante pronunciada y la arena y rocas se desprende con relativa facilidad.
Las piedras que se calientan bajo el sol, tienen sobre su superficie líquenes rojizos y anaranjados, como si fueran capas de pintura seca y escamada por los rayos del sol. El esparto parece hilo de oro cuando el sol atraviesa sus finas hojas.
El lecho del barranco parece una una beta de roca caliza. Durante el trayecto, multitud de pequeñas canteras rebosantes de agua estancada y oscura, me recuerdan la tormenta. Las lagartijas aprovechan para captar la energía de los rayos de sol.
La fragancia de los tomillares y del romero se deslizan con la suave brisa que se adentra en el interior del barranco. Además, en las laderas se observan muros de piedra que forman abancalamientos en desuso, permiten imaginar que estos lugares eran zonas de cultivo situadas en los fondos y laderas de los diferentes barrancos de la sierra de Santa Pola.
En estas zonas de abancalamientos, esparcidos por las laderas del barranco, hay ejemplares de almendros, pequeñas encinas y algarrobos que destacan del resto de árboles que predominan en el barranco.
A medida que se discurre por el lecho de roca, en lo alto del barranco, se observan las copas de los pinos, cada vez abundantes por el terreno. De igual modo, las bancadas de piedra seca son más abundantes, lo que me hace pensar que me estoy acercando al final del barranco.
Aprovechando alguna roca del lecho, esculpida con forma de asiento, me siento para descansar un poco e hidratarme, mientras tomo unos puñados de frutos secos. Al reanudar la marcha, y recorrer un meandro, me encuentro con el lecho del barranco cubierto por multitud de pinos carrascos de diferentes tamaños.
A lo lejos, entre las laderas del barranco, se aprecia el paraje de la Hoja Roja. Destaca por su suelo rojizo y cubierto de eucaliptos de gran tamaño que se distinguen claramente del resto de especies. Ya queda poco trayecto. El barranco va emergiendo sutilmente y las laderas se van abriendo y suavizando.
Las laderas, menos pronunciadas, me sirven para salir sin dificultad del barranco. Desde lo alto de una de las laderas, enfilo un estrecho sendero que me conduce pendiente abajo hacia el paraje de tierra rojiza y campo de cultivo llamado la Fulla Rotja.
Paraje de la Hoja Roja (Fulla Rotja)
Frente a mi, hay una zona de cultivo en desuso bastante amplia. Está formada por estructuras en roca que definen los bancales y forman terrazas escalonadas por todo el paraje de la Hoja Roja. El terreno rojizo destaca del resto del entorno.
El contraste de color, se magnifican con la luz dorada de la tarde. Quieto durante unos minutos, contemplo la panorámica del paraje rojizo. A lo lejos, las laderas del barranco se solapan formando un muro de roca y vegetación.
Los eucaliptos rectos, acentúan el rojo de la tierra con su tronco y hojas grisáceas. La brisa se nota en este paraje, ya que es una amplia explanada a cielo abierto. Los diversos senderos marcan el perímetro de esta antigua zona de destinada al cultivo.
Después de recorrer este paraje de la sierra de Santa Pola, retomo el camino por el sendero que discurre por una ladera en lo alto del barranco. El camino de vuelta me sirve para ver desde otra perspectiva el barranco de El Hermanet.
También, puedo calcular el tiempo aproximado que se tarda en realizar la ruta de senderismo a la inversa. El sendero que me guían de vuelta al casco urbano del pueblo de Santa Pola.
¿Qué accesorios y cámara de fotos y vídeo hemos usado?
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Otra ruta por la sierra de Santa Pola
–Barranco de Paco Mañaco: era un día de verano despejado y con una ligera brisa, como si las olas del mar empujaran el aire hacia el interior y transformaran esa energía en destellos de luz que brotan de las agujas de los pinos cubiertas por una fina capa de resina. En la ronda norte de Santa Pola, barrera artificial de asfalto, se pueden contemplar, bajo un cielo azul celeste, frondosas copas verdes que emergen de las laderas del barranco.
A continuación te mostramos el equipo básico que hemos llevado para la ruta
- Mochila deportiva de 25L
- Botiquín básico de primeros auxilios, incluye una manta térmica de emergencias
- Silbato
- Gorra
- Protector solar alto
- Repelente de mosquitos y garrapatas
- Bastones de trekking o senderismo (opcional)
- Navaja multiusos, Victorinox Spartan
- Cuerda (cordino)
- Comida de marcha: frutos secos variados
- Dos cantimploras de 1L cada una
- Bolsa de basura
- Teléfono móvil
- Batería externa
- Documentación (DNI)
- Accesorios y cámaras de vídeo y fotografía
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