Cómo pasa el tiempo. El viento soplaba suave, casi siempre del sudeste, una ligera brisa que ondulaba la superficie del mar, rompe constantemente en las rocas de la costa, que son esculpidas por la acción del agua, y se dejan llevar por el paso del tiempo.
Empiezo la ruta del Cabo de Santa Pola a pie de costa, con el mar Mediterráneo como telón de fondo, y la mirada puesta en un basto y luminoso horizonte. A mi espalda, un vertiginoso acantilado, se eleva 144 m. sobre el nivel del mar.
El faro se encuentra en la cresta del arrecife y, bajo él, se contempla un abrupto frente arrecifal, de pared vertical. Con vista panorámica, se observan diferentes barrancos, que son vestigios de los canales de desagüe del periodo Messiniense, y el talud arrecifal, cuya pendiente facilita el ascenso hasta uno de los canales, para encaminarse a la cresta del acantilado.
Ruta de senderismo por el Cabo de Santa Pola
Primer tramo: Ascenso a la cresta del Cabo por el barranco Massís
Durante buena parte del día, la interacción entre la luz y la sombra crea volumen en cada pedrusco, arbusto y animal que, por muy pequeño que sea, parece agrandar a cada paso. El aire salado se impregna en cada centímetro cuadrado del terreno, a la vez que humedece las fosas nasales y cristaliza el ambiente.
El primer tramo de la ruta comienza en el este de Santa Pola, por las calas del cabo. Es una zona del litoral rocoso en el que hay pocas edificaciones y algunas agrupaciones dispersas de pinos y matorrales que afloran por el talud del cabo.
El sol en lo más alto, baña con luz clara, intensa y agradable cada arista de las paredes verticales del barranco Massís. Entre medias del talud arrecifal, una lengua amplia marca el camino hacia la cresta del barranco, como si fuera un embudo.
El suelo es pedregoso y la vegetación perennifolia, de no mucha altura, es abundante en la parte inferior de la lengua, que junto con los matorrales, delimitan un estrecho sendero que serpentea por la escarpada subida de la ladera.
Las agrupaciones rocosas en la lengua del desagüe, que parecen bloques caídos procedentes de las paredes, forman pequeños peñascos rodeados de matorrales y palmitos. El sendero cada vez se vuelve más inclinado, pedregoso y abrupto.
Muchas de estas rocas tienen la superficie áspera, puntiaguda y filosa, con huecos redondeados, como si hubieran albergado en otra época algún tipo de molusco, por lo que hay que andar con ojo y comprobar la estabilidad de cada roca.
A mitad de camino de la cresta, en las paredes verticales e irregulares del barranco se pueden apreciar sustratos, recovecos y afloramientos rocosos. La subida me da un respiro, antes de empezar una ligera escalada por una rampa de piedra.

Tras superar la rampa, de unos tres metros, llego a una estrecha explanada, flanqueada por las paredes verticales del barranco. A mi espalda, ya visible, se encuentra el cauce de desagüe cubierto por abundante vegetación. Sólo quedan unos pocos metros para llegar a la cresta del acantilado.

Desde este punto, tengo una buena panorámica de La Cadena de Santa Pola, la línea de costa del Cabo y de la isla de Tabarca. Después de este momento de respiro, subo entre dos y tres peldaños de roca, como si fuera un sistema de terrazas agrícolas, hasta llegar a la cresta del acantilado.
Y frente a mi, el mar Mediterráneo, con el afloramiento de la isla de Tabarca, cuyo accidente parece una extensión del Cabo. A la derecha, la última zona urbanizada de Santa Pola y, a la izquierda, calas de aspecto áspero y montuoso que dan forma a la línea de costa.



La interminable explanada que domina este nuevo terreno, se encuentra cubierta por matorrales de esparto, romero y espinar de margalló o palmito. El suelo de arenas rojizas y rocas sueltas, produce estrechos senderos paralelos a la orilla del acantilado. Tomo la dirección hacia el Faro, cuya cúpula asoma entre las sutiles lomas que delinea un barranco intermedio.

Tras recorrer unos cientos de metros por un sendero serpenteante, me topo con un claro en el terreno, un afloramiento rocoso que va formando escalones. En el conglomerado de rocas, descubro un pequeño fósil que, a simple vista, parece un caracol marino endurecido en una roca sedimentaria.

Después de contemplar este increíble hallazgo, continuo el camino por la orilla del acantilado hasta llegar a un tobogán perfilado en la pared del acantilado, justo entremedias del barranco Massís y del barranco de Picano.

Segundo tramo: Ascenso o descenso alternativo al Cabo de Santa Pola. Paso del Cavall
Estaba contemplando el tobogán esculpido en piedra del Paso del Cavall, desde un sendero que discurre paralelo al acantilado, justo debajo del talud arrecifal del Cabo.
Este camino, o senda principal, tiene una bifurcación diagonal que conduce de forma directa al Paso del Cavall, emplazado en lo más alto de la cresta.

La senda tiene bastante desnivel, ya que discurre por el talud hasta la pared rocosa que emerge monumental. El suelo empedrado, junto con la inclinación del terreno, dificulta cada paso. El estrecho sendero es acotado por rocas y matorrales de esparto y palmito.
Desde este punto, se puede apreciar el ángulo agudo del talud. A pocos metros, la pared vertical empieza a dar sombra al terreno adyacente, y como si fuera un desfiladero, el viento parece moverse con más velocidad al circular por el paso.

Una vez me encuentro en el albor del Paso del Cavall, la pendiente rocosa va formando escaleras naturales hasta la parte más alta del arrecife. La vegetación incrustada en las rocas se balancea tras la llegada de ráfagas del viento costero.

Las paredes verticales de los acantilados trazan siluetas que parecen cabezas de animales. En este momento del día, las luces y sombras afinan los rasgos. Llegando al último tramo de la rampa natural, la vegetación se arraiga con más fuerza entre las grietas de las rocas.

El final del collado se abre, y es ahí donde se halla la meseta levemente ondulada y rebosante de esparto que tiñe de tonos dorados todo el terreno. Entre los arbustos emerge de nuevo la estrecha senda que discurre paralela a la orilla del acantilado, con las mismas características que el sendero del tramo anterior.
Tercer tramo: Barranco de Picano y Faro de Santa Pola
Tras ascender a la meseta del Cabo de Santa Pola, esta vez por el Paso del Cavall, retomo el sendero que discurre cerca de la orilla del acantilado. No muy lejos, se divisa una de las crestas rocosas del barranco de Picano.


Recorro unos cientos de metros hasta llegar a un corte en la planicie de la meseta. Se puede apreciar que el barranco de Picano tiene dos canales de desagüe y, justo en medio, se halla un pequeño risco de menor altura, con respecto a las dos lomas del barranco.

Ambos canales son una vía de recogida superficial del agua de lluvia, y convergen en el borde del acantilado, por lo que en temporada de lluvias podría llegar a formarse una cascada en el barranco de Picano.


Empiezo a descender por la loma escarpada del terreno quebrado, hasta llegar al cauce del canal. Curiosamente, algún pino se ha enraizado en el lecho, y en las paredes del barranco me topo con una pequeña y angosta gruta, que puede ser la guarida de algún animal.
Para mi sorpresa, en el lecho del canal, observo restos fósiles de algunas especies de crustáceos. Subo hasta el risco para contemplar la forma geométrica que conforman las paredes rocosas del barranco de Picano. Al frente, el mar Mediterráneo suspendido sobre las siluetas de la quebrada.

Desciendo nuevamente para encaminarme al siguiente lecho del canal. La loma que tengo que subir tiene una pendiente más pronunciada y un ángulo de inclinación mayor que la anterior. Por lo que tengo que trepar un poco hasta llegar a lo alto de la cresta.

Tras superar el barranco de Picano, retomo una senda de roca fina que se transita bien. Empiezo a notar en el terreno una ligera pendiente y una curvatura en el acantilado. En este punto, aparece un saliente plano en la roca delimitado por una pared vertical, como si fuera un pequeño balcón.

Continuo la senda, ligeramente en subida, hasta hallarme en un corte vertical del acantilado. Desde este punto, tengo una panorámica del acantilado, de la playa del Carabassí y, al fondo, se puede otear la ciudad de Alicante.

Más adelante, la pasarela de metal del mirador del Faro de Santa Pola, flota sobre el terreno. Detrás, la cúpula del faro asoma por encima de una pinada. El camino está llegando a su fin. La ruta que he marcado en mi mapa mental, concluye justo debajo del faro.

Camino los últimos metros hasta llegar a la valla perimetral que delimita el terreno alrededor del Faro de Santa Pola. Un estrecho paso pegado a la valla me conduce a otro saliente del acantilado.



En este punto tengo que ir con cuidado, ya que el espacio es relativamente reducido. El campo de visión es amplio y abarca el lugar más visitado del Cabo, el mirador del Faro de Santa Pola.

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