Después de recorrer parte de la Sierra y el Cabo de Santa Pola, cuando hemos descansado unos días, empezamos a planificar la ruta de senderismo por el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola. Es una ruta costera en la que vamos a llegar al Parque Natural caminando por la línea de costa desde el pueblo de Santa Pola hasta El Pinet.
Gran parte de este recorrido por el litoral santapolero, unos 7 kilómetros hasta llegar a El Pinet, es por la orilla del mar. Es una zona despoblada entre ambos lugares, en la cual podemos contemplar dunas móviles, balsas que conforman las salinas destinadas a la explotación salinera y los restos de varias Gabarras y el antiguo Muelle que se encuentra en la Playa de la Gola, y que son el reflejo de la actividad salinera que hubo en el pasado.
Todo este entorno natural tiene un gran valor ecológico debido a la flora y fauna que se encuentra adaptada a la alta salinidad del terreno y a la humedad. Una vez en el interior del Parque Natural, podemos recorrer los múltiples senderos que nos adentran en el sistema dunar del entorno.
Además, desde las estructuras de observación que hay situadas en diferentes zonas estratégicas, también podemos observar la actividad de las distintas aves acuáticas que se encuentran en este hábitat.
Como es fácil suponer, por la gran diversidad de flora y fauna que hay en el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola, este entorno es un importante humedal costero y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
Dicho lugar, cuenta con una superficie de más de 2.500 hectáreas, y cuya zona protegida alberga gran diversidad de aves acuáticas como el flamenco, charrancito, cigüeñuela común, avoceta común o gaviotas, entre otras especies de aves acuáticas que dependen de los humedales.
Parque Natural de las Salinas de Santa Pola
Ruta de senderismo por el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola
De cómo empezó la ruta
Cuando hemos llegado al umbral de la entrada, hay una estructura hecha de troncos, y frente a nosotros un pequeño muro de arena del que brotan pequeñas plantas leñosas y arbustos espinosos. Esta primera duna adquiere forma de embudo en la zona de la entrada, justo detrás de la estructura de madera.
A nuestra espalda, el mar golpeado por el viento que, precisamente, ese día sopla con bastante fuerza, trae consigo fuertes ráfagas de aire fresco y salobre, lo que crea una sensación térmica menos calurosa, aún estando bajo el inclemente sol de una tarde de verano.
La costa recta en este lugar se dobla de norte a sur, a un lado se ve el pueblo de Santa Pola y, al otro, muy cerca de la entrada al Parque Natural, unas casas bajas en la playa de El Pinet. Hacia el sur y más al fondo se encuentra Guardamar del Segura.
Empezamos a caminar hacia la entrada con paso lento, ya que la arena fina y bastante suelta engulle cada pisada que damos. Por ello, en el camino para llegar al Parque Natural estuvimos buscando una caña de bambú para facilitar la marcha por la costa y por el interior del paraje.
Una vez cruzamos la entrada y empezamos a subir la duna, aparece ante nuestros ojos un entorno totalmente diferente. Tras este muro de arena se desliza una pequeña llanura repleta de pequeños matorrales que va dando paso a otras dunas. Gran parte del terreno esta cubierto por pinadas verdosas y su tonalidad se acentúa por la tierra amarilla y el cielo azul.
Un primer sendero con el suelo de madera y postes en ambos lados, nos adentra en el entorno. Las pinadas que se ven a los lados y en el frente se retuercen por el suelo, y pinos solos o agrupados sobresalen de entre las dunas.
Tras caminar unos pocos metros por el sendero, este se bifurca hacia la izquierda. Esta primera bifurcación va en paralelo a la duna que protege el entorno de los vientos que vienen de la costa.
Seguimos caminando hasta llegar a una segunda bifurcación. Este sendero está flanqueado por pinos de porte bajo, y de la tierra surgen raíces retorcidas y gruesas, que a su vez hacen de escalones en algunos tramos sobre la arena fina y amarilla.
Avanzando por este sendero sinuoso en algunos tramos, y acompañados por el constate rumor del mar y el viento, que es menos intenso dentro del Parque Natural, llegamos a un punto desde el cual vemos una pequeña laguna que hay entre el mar y las balsas salineras. Detrás hay una torre de observación de madera frente a las balsas.
Las aguas de esta laguna son oscuras, distintas tonalidades marrones y rojizas tiñen el agua lisa y sin apenas movimiento. La profundidad no se aprecia por la tonalidad oscura del agua, únicamente se ve el fondo de unos pocos centímetros por toda la orilla, ya que el agua es más clara y resalta por el amarillo de la arena.
Continuamos la marcha por el sendero en ascenso por una duna, a un lado hay una estructura, una especie de pozo excavado en el terreno con paredes de rocas bien apiladas que conforma la estructura cilíndrica y de la que brotan pequeñas plantas como el limonium o acelga salada.
Esta excavación tiene agua en su interior del mismo color que el agua de la laguna por la que hemos pasado anteriormente. Seguimos el sendero en ascenso hasta llegar a la parte más alta de la duna.
En este punto nos encontramos en lo más alto de la duna y sobre las copas frondosas de los pinos que cubren todo el terreno. Tenemos una panorámica de 360° de todo el entorno.
Además, parece que nos encontramos en el centro del paraje, ya que a un lado se encuentran las balas salineras y una caseta de observación frente a ellas, y, al otro lado, por encima de las copas de los árboles emergen los tejados de algunas de las casas que se encuentran en la playa de El Pinet.
Empezamos a bajar por una de las vertientes de la duna que dobla hacia la zona de las balsas salineras. El sendero nos conduce hasta un punto donde el camino se bifurca a la derecha. Al principio de esta bifurcación hay un poste informativo que indica que más adelante se encuentra una zona habilitada para la observación de aves.
Esta es la primera parada de larga duración que vamos a realizar en el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola. El sitio es una caseta de observación frente a unas balsas salineras. En el interior de esta estructura de madera podremos observar gran variedad de aves acuáticas que se encuentran en las balsas.
La observación de aves
En aquel momento, ya dentro de la caseta construida con madera para la observación de las distintas aves que hay en el entorno, podemos descansar un poco en un banco, también de madera, que hay en su interior, además se agradece la sombra fresca del interior de la caseta.
Desde esta estructura, que tiene una ventana rectangular de unos 30 o 40 centímetros de alto, contemplamos frente a nosotros una par de balsas salineras separadas ambas por unos estrechos caminos de tierra y roca.
En algunos zonas de las balsas emergen unos pequeños islotes en línea recta, también de tierra y roca del entorno, en los que hay gran cantidad de especies diferentes de aves acuáticas. Asimismo, dentro del agua rojiza de las balsas se encuentran agrupaciones de aves alimentándose de los organismos microscópicos.
Entre las aves más destacadas que vemos en este momento, hay gran abundancia de crías de flamencos, aún con parte del plumaje gris o blanco, ya que hasta los tres años, aproximadamente, y en función de la dieta, no adquieren el color rosa y rojo tan característico de esta especie.
También resalta mucho la silueta esbelta de estas aves sobre el fondo de las balsas salineras. Las patas largas tienen un color rosado intenso, que se percibe aún más cuando se juntan unos cuantos flamencos.
Hay pequeñas colonias de estas aves esbeltas dispersas tanto por las pequeñas islas como dentro de las balsas salineras, así como volando por las inmediaciones. También es curioso ver como algunas de estas aves están en perfecto equilibrio sobre una de sus patas y como los cuellos ondulantes se mueven suavemente.
Otras aves que vemos en aquellos momentos son distintas variedades de pequeñas gaviotas, y, en menor cantidad, aves también muy curiosa como son la cigüeñuela común y la avoceta común.
Esta última ave tiene un tamaño de entre 40-45 centímetros, se caracteriza por tener un pico negro, alargado y curvo hacia arriba de entre 7-8 centímetros. Su plumaje es blanco con manchas negras y tiene unas patas azuladas de entre 7-10 centímetros. También nos resulta un ave esbelta a pesar de su reducido tamaño.
Tras estar más de treinta minutos en la caseta de observación contemplando las distintas aves que se encuentran en ese momento en las balsas salineras, y disfrutando de los distintos sonidos y un poco de silencio, emprendemos el camino de nuevo hacia el sur por un sendero que discurre paralelo a las balsas salineras.
Hallazgos en el camino
Al perder de vista la caseta de observación entre las pinadas frondosas de porte medio-alto, retomamos el sendero que discurre casi en paralelo a las balsas salineras. Estamos rodeados de una gran cantidad de vegetación muy variada y de vallas hechas con cañas, suponemos que para prevenir la erosión en ciertas partes del paraje natural.
Al poco tiempo de estar caminando, vemos un poste informativo a un lado del camino. Este tiene un título, una fotografía y un texto descriptivo. El título del cartel informativo dice: “Las Malladas”, y en la fotografía se puede apreciar una especie de balsa pequeña si apenas agua y rodeada de arbustos.
El texto descriptivo dice en castellano y en valenciano lo siguiente: “Malladas: son zonas deprimidas entre las dunas, caracterizadas pos sus suelos poco permeables y la presencia del nivel freático próximo a su superficie. En las malladas se acumula el agua de lluvia que drena por las dunas próximas dando lugar a un encharcamiento estacional de agua.”
Justo detrás y a un lado del poste informativo, vemos justamente una mallada sin agua, pero se aprecia como en la superficie hay una costra de sal blanca y brillante y diferentes tonalidades de marrones y grises en la tierra, asimismo esta mallada se encuentra rodeada por bastantes arbustos y pinos de ramas frondosas que no dejan ver la parte baja de los troncos.
Después de contemplar este hallazgo en el camino, continuamos por el sendero, en algunos tramos caminamos por la arena y fina, y, por otros, caminamos por tablones de madera. Seguimos yendo en paralelo a la balsa salinera.
De vez en cuando hay un claro entre los pinos por el cual podemos ver los pequeños islotes y a los flamencos que observamos desde la caseta. En este punto, siempre limitada la zona por vallas, contemplamos más de cerca a estas esbeltas y coloridas aves.
Echamos la mirada al frente y vemos como al fondo, una carretera corta el paisaje. Esta carretera da acceso a la playa de El Pinet. Pero antes de llegar hasta ese límite, unos pocos pasos más adelante hay un refugio para insectos beneficiosos hecho con un cajón de madera que tiene en su interior trozos de caña, tocones de madera agujereados, un par de ladrillos, trozos de tejas y otros materiales que sirven como refugio a las distintas especies de insectos que habitan en el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola.
Pasado el refugio para insectos, se encuentra una bifurcación en curva cerrada hacia la izquierda que nos dirige, nuevamente, hacia el interior del Parque Natural. El sendero nos desvía hacia la derecha, pero en paralelo al camino por el que hemos venido.
Esta vez vamos a recorrer la parte del Parque Natural que se encuentra más cercana a la costa. Además, durante el recorrido podremos apreciar ciertas características distintivas en este tramo con respecto a lo que ya hemos visto.
Tras el muro de arena
Caminamos por el sendero marcado, en el suelo de arena finísima se quedan los surcos de nuestras pisadas, y a cada lado que miramos, estamos rodeados de vegetación. Raíces que salen del suelo arenoso, arbustos espinos y pequeñas plantas en flor cubren el terreno, pinos solitarios y agrupados, sobresalen entre los otros.
La ondulación del terreno se percibe cuando en algún tramo vemos el horizonte, subimos y bajamos. El camino, casi en línea recta, va en paralelo a la costa. No vemos el mar, pero en este tramo se escucha con más fuerza. Un muro de arena protege las dunas del constante viento que viene del mar.
Este muro de arena o gran duna está constantemente golpeada por el viento en barlovento, esto hace que la cresta de la duna desprenda una fina cortina de arena hacia sotavento.
A medida que avanzamos, el entorno más cercano a la gran duna es, principalmente, vegetación colonizadora compuesta por plantas pioneras de escaso porte, como son pequeños arbustos espinosos que se encuentran dispersos por la primera banda, justo detrás de la duna.
La fauna en esta zona es bastante escasa, suele estar representada por pequeños escarabajos y reptiles. También esta zona del ecosistema dunar es un lugar utilizado para el descanso de algunas aves marinas.
Asimismo, podemos ver como detrás de la duna se forman montículos cónicos que suelen ser inestables, ya que por la acción del viento y la escasa vegetación, estas formaciones arenosas móviles son muy cambiantes.
A medida que avanzamos, vemos que la vegetación es más abundante cuanto más nos alejamos del muro de arena. Agrupaciones de pinos carrascos y otro tipo de vegetación conforman otro muro que permite la acumulación de más materia orgánica, ya que la intensidad del viento disminuye.
Seguimos caminando por el sendero, que nos lleva casi todo el tiempo en paralelo a la duna. A nuestra izquierda, la vegetación y las pinadas se elevan sobre las dunas secundarias y, entre medias, el terreno con forma de rampa es más árido. Nos estamos acercando poco a poco al inicio de la ruta.
A lo lejos, la entrada al Parque Natural sobre sale de entre las dunas. El camino nos dirige a la primera bifurcación que hay justo nada más entrar a este paraje natural. Es el primer sendero que vimos.
Una vez llegamos a esa zona, en vez de salir, nos dirigimos a la torre de observación que se encuentra frente a las balsas salineras. Este punto será el último lugar que vamos a visitar en el Parque Natural de las Salinas de Santa Pola.
Desde este punto elevado, tenemos a un lado las balsas salineras de agua rojiza, la laguna que, claramente se ve desde esta zona como se encuentra entre medias de las balsas y el mar, y, por otro lado, vemos las agrupaciones de pinos y las dunas que conforman parte del hábitat de este paraje natural.
Tras descansar unos minutos y contemplar la panorámica del entorno, emprendemos el camino de vuelta a casa. Aún nos quedan unos 7 kilómetros de pateo por la costa para llegar al pueblo de Santa Pola.
Volver sobre nuestros pasos
Un par de horas antes de la caída del sol, emprendemos el camino de vuelta sobre nuestros pasos, aun tenemos que caminar por la línea de costa unos 7 kilómetros, para llegar hasta el pueblo de Santa Pola.
Durante el camino de vuelto, vemos constantemente dunas móviles que son el hábitat propicio para la nidificación del corriol camanegre. Estas zonas se encuentran, más o menos valladas. Hay postes informativos que indican la zona que no hay que sobrepasar, ya que es zona protegida para las aves.
El viento sopla con bastante intensidad, y junto con el cansancio, el paso se hace más lento. Continuamente, frente a nosotros vemos a lo lejos el pueblo de Santa Pola, se aprecian las casas y en lo más alto la Sierra y el Cabo. También se puede apreciar como emerge del agua azul la pequeña Isla de Tabarca.
Una vez llegamos a la desembocadura del río Vinalopó, que hay que cruzar a pie, estamos relativamente cerca a la playa de la Gola y la zona del Tamarit. Justo en esta zona, podemos ver a unos 5 metros de la orilla del mar, restos de un nido de ametralladoras de la Guerra Civil española.
Más adelante, el antiguo Muelle de la industria salinera se adentra en el mar, y detrás de él, se encuentran los restos de una antigua Gabarra salinera.
Justo antes de llegar al paseo marítimo del Tamarit, las montañas de sal se eleven de forma vertical un par de pisos, y sus cimas en punta resplandecen con los últimos rayos de sol.
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